domingo, 26 de marzo de 2017

Los restos de "Las Sinsombrero" en Madrid (La Residencia de Señoritas, el Lyceum Club Femenino, los cuadros de Ángeles Santos...)

He estado unos días en la capital y junto a una amiga hemos seguido los rastros que todavía quedan, escondidos, de estas mujeres de una generación que las dejó de lado, sepultándolas a un olvido que estamos recuperando.

Cuando empiezas a bucear entre los recuerdos que todavía quedan vivos, los poemas, las cartas, las vidas en pequeñas pinceladas de revistas antiguas y biografías anquilosadas, te das cuenta de que aunque fueron arriesgadas, transgresoras, valientes y luchadoras... al final el peso de la sociedad las fue apagando, quitándoles el prestigio, el volumen, pero nunca ese brillo que siempre tuvieron y que es a través del cual hoy las conocemos.
Antigua Residencia de Señoritas (recordatorio puesto por
nosotras en papel a falta de una placa como "Dios manda")

En Chamberí, en una esquina entre la calle Fortuny y el Paseo del General Martinez Campos, se encuentra hoy en día la Fundación Ortega y Gasset- Gregorio Marañon. Pero antaño, entre 1915 y 1936, fue la Residencia de Señoritas, el grupo femenino de la Residencia de Estudiantes dirigida por la pedagoga María de Maeztu.


"Ha sido y es el único ideal de mi vida crear en el viejo solar de nuestra tierra un hogar para las mujeres estudiantes de España, donde encuentren cubiertas, de una manera adecuada, no sólo las necesidades materiales, sino lo que vale más aún, al ambiente espiritual y la disciplina moral que hacen posible una vida noble y digna" María de Maeztu.



Alumnas de la Residencia de Señoritas
Empezaron con 30 alumnas y fueron sumando año tras año hasta llegar a casi las 300, gracias al Instituto Americano que aportó medios para que la Residencia prosperara. Daban clases de refuerzo a las universitarias, tenían charlas, actividades, viajes, deportes (hockey, tenis...) y tuvieron el primer laboratorio dedicado exclusivamente a la formación científica de la mujer. Tuvieron como profesoras a María Goyri, María Zambrano, Victorina Durán o Maruja Mallo; y a lo largo del curso también colaboraban otras mujeres brillantes del siglo XX como Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, María Martínez Sierra, Clara Campoamor o Concha Méndez.

Sin embargo tras el fin de la Guerra Civil la sede pasó a manos falangistas y la Residencia tuvo que cerrar.

Seguimos hacia el Barrio de Malasaña, y entre la Calle San Vicente y San Andrés, esta vez sí, una placa recuerda la casa donde vivió unos años de joven la novelista Rosa Chacel. 
Justo debajo una huevería y en la equina una farmacía, ahora convertida en cafetería, quedan retratadas en su obra "Barrio Maravillas". Observamos los balcones, imaginándonos a una joven Rosa asomada a la calle, absorbiendo la vida que emergía de ella y retratándola en sus libros. Después tomamos algo en esa cafetería que fue la farmacia donde le mandaban a menudo a comprar medicamentos y que ella recordaba con cariño.
Su vida fue distinta a muchas de sus coetáneas, se fue a Roma con su marido y cuando volvió al Madrid del los años treinta la Generación del 27 ya se había formado. A ella no le gustaba mucho la vida social, no quería meterse en política porque opinaba que tenías que saber mucho para poder militar en algo y prefería la vida tranquila. "Yo no hago vida social, a mi no me ha pasado nada, no soy una mujer de acción", dijo en una entrevista. Sin embargo su arte para la escritura sí destacaba y la catapultó como una de las mejores novelistas de aquella época.

Siguiendo hacia el barrio de Chueca, al final de la calle Infantas encontramos lo que fue el Lyceum Club femenino.
Lyceum Club Femenino
Madrid
Fue en Londres donde nació el primer "Lyceum", seguido por París, Belín, Nueva York, Roma, Florencia, Estocolmo, hasta que en 1926 se abrió en Madrid de la mano también de María de Maeztu.

Se creó como un lugar donde se respetaban las ideologías y las opiniones de las integrantes,  y se declaraban apolíticas y aconfesionales.
Empezó con tan solo 15 socias, y se crearon varias comisiones que realizaban actividades con respecto a sus temas: literatura, artes plásticas, música, ciencia, internacional... 
La llamaron "la primera asociación feminista del país", y se creó para facilitar a las mujeres un espacio para expresarse, fuera del ámbito del hogar al que estaban recluidas.
Su final fue igual que el de los demás centros que se rebelaban contra el conservadurismo de la sociedad, con la llegada del Franquismo sus instalaciones fueron ocupadas por la falange.



La siguiente parada es el Museo de Reina Sofía, que aunque ya había visitado varias veces nunca había reparado en los cuadros de Ángeles Santos que tanto me habían impactado por internet y me intrigaba verlos de cerca.
Fue una experiencia indescriptible. En la segunda planta, en la sala 207, se encuentran "La Tertulia" que tanto me había enamorado, y "Un mundo", del que había leído pero no me interesaba tanto.
"Un mundo" por Ángeles Santos
Sin embargo cuando me lo encontré frente a mí, me quedé prendada. Media hora ahí parada, frente al lienzo que Ángeles o Angelita, como la llamaban cariñosamente, pintó día y noche sin descansar, según contaba su padre. Absorta en su trabajo, con solo 17 años y lo poco que conocía del mundo exterior por los viajes en tren que realizaba a causa del trabajo de su padre, creó esta inmensa obra que ocupa una pared entera y cobró tanta fama que se desplazaron a Valladolid para admirarlo de cerca muchos artistas de la época, como Lorca, Buñuel... 

Si te fijas bien, multitud de detalles van saliendo a la luz mientras recorres con los ojos cada pincelada. Los más bonitos: cómo los "ángeles" cogen la luz del sol para alumbrar las estrellas, cómo se llevan las almas del cementerio, los grupos de niños jugando, de mujeres tocando instrumentos, 
Según palabras del autora:

"unos versos de Juan Ramón Jiménez me inspiraron para pintar este cuadro: «[…] vagos ángeles malvas / apagan las verdes estrellas / Una cinta tranquila / de suaves violetas / abrazaba amorosa / a la pálida Tierra»"

"La tertulia" de Ángeles Santos


"La tertulia" lucía en la pared contraria y verlo de cerca también fue una maravilla. Como deja retratadas a un grupo de jóvenes modernas, con libros, con posturas poco comunes en esa época, con inquietudes, incluso algo cansadas y hastiadas, seguramente de la sociedad que les ha tocado vivir que les oprime y les enclaustra.

A la salida del museo, unos metros más adelante, se encuentra la legendaria Cuesta de Moyano
Allí me dejé entretener por multitud de libros de segunda mano que esperan un nuevo hogar para cobijarse del polvo del tiempo, y curiosamente encontré el libro de Rosa Chacel "Barrio Maravillas" y me lo llevé para casa. Buscar libros de las demás autoras es tarea bastante difícil, por lo que tras dar unas vueltas y preguntar al día siguiente en una librería de segunda mano de la Calle Ruiz, "Tarde de Libros" donde había alguno de María Teresa León, pero no los que yo quería. Sin embargo la conversación con el librero fue muy interesante, ya que conoció a esta interesantísima mujer y me habló de ella y de muchas cosas de su época que añadiré a mis charlas sobre estas grandes mujeres a las que poco a poco vamos a ir dando más voz hasta que ocupen el lugar que les corresponde.



jueves, 9 de marzo de 2017

Las Sinsombrero: Las mujeres de la generación del 27, ¡Y vaya qué mujeres!


El pasado jueves, celebrando la entrada al mes de marzo (mes de las mujeres y la poesía),  estuve hablando sobre Las Sinsombrero en la Biblioteca de Burlada (Navarra). Sobre todas esas mujeres que pertenecieron a una época que después las olvidó, que vivieron las mismas peripecias que sus compañeros pero que la historia decidió no hablar de ellas, como ha ocurrido desgraciadamente muchas veces a lo largo de los siglos. 

Por ello, durante una hora tuvieron un pequeño homenaje en estas tierras del norte en el que se habló de sus vivencias, de ese fuego que llevaban dentro, de su tenacidad, de su locura. Se proclamaron en voz alta algunos de sus nombres: Ernestina de Champourcin, Concha Mendez, Maruja Mallo, Margarita Manso, Angeles Santos, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Maria Teresa León, Carmen Conde... solo algunos porque es imposible decir todos. Por ello los recogemos en ese sobrenombre, Las sinsombrero, que brilla por si solo y demuestra como se enfrentaron a una sociedad patriarcal, machista, misógina, es unos años en los que salir sin sobrero por la calle representaba una ofensa.

"¿Por qué no podemos ser nosotras, sencillamente, sin más? No tener nombre, ni tierra, no ser de nada, ni de nadie, ser nuestras, como son blancos los poemas o azules los lirios" Ernestina de Champourcin

Muchas de ellas tuvieron que exiliarse, viviendo desde lejos con la pena de un país fallido que les había dejado sin libertad. 

"Una patria, Señor, una patria pequeña, como un patio o como una grieta en un muro muy sólido. Una patria para reemplazar a la que me arrancaron del alma en un solo tirón" 
María Teresa León

O enfrentándose a una sociedad que les marcaba indudablemente:

Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme…
Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.
Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final… el lavarse tan tranquilos las manos.
Concha Mendez 
Pero durante los años 20, vivieron su momento de gloria y nosotras las recordaremos así. Modernas, atrevidas, incluso aburridas por el tedio de la reclusión, desafiando al mundo que les había tocado vivir. Así las retrató la pintora Ángeles Santos en su cuadro, "La Tertulia" .
O como Dalí las pintó en su lienzo "Sueños noctámbulos", donde se refleja las peripecias nocturnas en las que las mujeres también participaban, sus salidas a las tertulias, a las fiestas, a las verbenas. Fue una generación que compartió vivencias, en la que se nutrieron unos de otros, porque como dijo Dámaso Alonso "Cierro los ojos y los recuerdo a todos juntos en bloque, formando un conjunto, un sistema que el amor presidía, que religaban las mismas afinidades estéticas comunes, también las antipatías, en general compartidas, aunque estas fueran, sobre poco más o menos las mismas que había tenido la generación anterior. Se odiaba todo lo que en arte representaba rutina, incomprensión y cerrilidad"

Pero sobre todo las recordaremos por esa luz que irradiaron, porque como una de ellas maravillosamente dejó plasmado:

"Vamos a darlo todo,
a fin de que otros vean,
Es demasiada luz,
para guardarla para siempre"

Ernestina de Champourcin