lunes, 2 de marzo de 2015

Budapest literario

No puedo recordar el título, ni el autor, pero hace mucho tiempo leí un libro del que me vienen a la mente pequeñas escenas, como dos niños que pasan su infancia paseando por una Budapest en guerra, se esconden con sus familias de los bombardeos, se despiden con un paseo en barca por el Danubio, se reencuentran años más tarde...

Pensé en él hace poco, mientras recorría las calles de esta desconocida ciudad intentando descubrir en ella algo más que los rastros turísticos que siempre están presentes.

Lo primero que descubrí fue el Museo literario Petofi dedicado al gran poeta y escritor romántico Sandor Petofi, que desde joven empezó tuvo una trayectoria literaria muy grande en la que el amor y la libertad fueron sus grandes temas.


                 



El museo ocupa un antiguo palacio y tiene esta increíble fuente en forma de libro que, como las fuentes de la ciudad, no funciona durante los meses de invierno, seguramente para que el hielo no estropee su funcionamiento.

Aunque tiene poca información en inglés y el húngaro es un idioma realmente diferente, disfruté de poder pasearme por sus salas, descubrir lo bien montado que está, las vitrinas bien decoradas, juegos interactivos para los visitantes, muchas fotografías y cuartos de la época... La sala de Petofi podías seguirla en inglés, pero cuando llegué a la de Ady Endre y Csinska todo lo que hice fue utilizar mi imaginación. Y descubrí que servía. Seguí las fotos, me imaginé la historia, me fijé en las letras de las cartas, inclinadas como en aquella época, e intenté reproducir en mi cuaderno un dibujo que había hecho ella en una cuadrilla. Me impresionaron sus ojos, pese a tener una expresión siempre triste, y admiré los cuadros expuestos de ella y pintados por su segundo marido... Aunque ella nunca dejó de ser la musa de Endre, el creador de la literatura moderna húngara, aunque muriera a los cuatro años de casarse.
Lo malo... que no dejaban sacar fotos, y en internet no son fáciles de encontrar.

Sandor Petofi, Ady Endre, Csinszka,
Dezso Kostolanyi, Magda Szabo y Sandor Marai

Poco ha llegado a nosotros sobre estos escritores húngaros. Quizá nos suene más Sandor Marai, por libros como "El último encuentro" o "La mujer justa". Yo leí el primero hace tiempo, lo compré en un aeropuerto después de haber oído hablar de él, pero no terminó con convencerme del todo. Y el año pasado cayó en mis manos "La herencia de Eszter", el cual, pese a su atmósfera deprimente, disfruté.

Pero hay otros nombres que nos deberían sonar como:  Magda Szabo  que ha escrito varias obras entre la que destaca "La puerta" (la cogí el otro día de la biblioteca). o .Dezso Kostolanyi del que he visto recomendaciones encarecidas de "Kornet Esti: Un héroe de su tiempo".

También la historia judía se mezcla con gran fuerza en este pueblo, y una prueba de ello es Imre Kertész, un superviviente del Holocausto, que en 2002 recibió el Premio Novel de Literatura.







Y si seguimos la visita, un poco más arriba del museo, haciendo esquina, está el Café Central. Desde que nació se convirtió en un espacio cultural de reunión de escritores y artistas, y actualmente hay una pared con los retratos de varios de los personajes que más frecuentaron el café.





Justo en frente hay una Biblioteca Pública. 
Entramos llamados por unas enormes columnas de madera y pasamos desapercibidos, o por lo menos eso pareció. Tras unas enormes escaleras dignas de un palacio, quizá lo fuera, llegamos a unas salas llenas de libros en estánterías antiguas de madera, con mesas del mismo material en las que había unas lamparitas verdes, móviles, para trabajar. Lo gracioso, había una sala donde sólo había jóvenes con ordenadores y otra al fondo con un señor mayor, con barba blanca, rodeado de libros antiguos y recogiendo información a mano.
Al bajar por otras escaleras encontramos una sala más pequeñita y más íntima. El lugar estaba lleno de pequeños entresijos.

No fue la única Biblioteca que encontramos por el centro de la ciudad, en la parte de Pest. Hay varias. Muchas se observan desde fuera, simplemente los libros se dejan ver a través de las grandes cristaleras que dan a la calle. Otras se descubren por la cantidad de estudiantes que hay fuera.

Al igual que librerías, que se reparten por la ciudad, siempre presentes, sin necesidad de buscarlas.



El problema es el idioma, aunque algunas tienen sección en otras lenguas, como la que encuentra en plena calle Andrassy 39. Pero no es por eso que es famosa la librería, sino por el tesoro que guarda en la parte de arriba, el El Lotz Terem Café. Un increíble salón de café, típico del siglo XIX, que sobrevivió a los bombardeos y aunque le dieron múltiples usos después en la época comunista, desde hace unos años vuelve a florecer como antaño. Merece una visita y una tarta.

Los días se quedan cortos si quieres visitar todo lo que ofrece la ciudad, descubrir las distintas estatuas dedicadas a los artistas, aunque no sólo eso, uno de los puentes lleva el nombre de Petofi y una plaza el de Kostolanyi, E incluso el cementerio, tiene una escultura en la tumba de Csinszka.

Así que a levantarse pronto y deambular por las calles. Para los más curiosos, en el blog de Crónicas Húngaras se pueden sacar muchas recomendaciones.

A disfrutar del viaje!




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