jueves, 28 de junio de 2012

Crónicas por la Calle del Espejo I


Como cada miércoles, desde hace 4 semanas, me paseo por la Calle del Espejo (Madrid) y dejo unos relatos pegados a las paredes.
Cada día uno distinto: Se desliza, El color de la vida, Piel sobre Piel, Fly.
Elegidos al azar, elegidos por cada momento.

Todo empezó por una idea, un comentario, un empujón... y al final esta iniciativa se convirtió en llenar una sola calle de relatos cada miércoles y dejarlos a la mano de cualquier viandante que pasara por esa calle.

Quedan bonitos, ahí pegados, moviéndose por el viento. Adornan las paredes unas horas, hasta que alguien se para, los coge y se los lleva; hasta que se caen por su propio peso; hasta que llega el camión de la basura. Quizá tenga a algún basurero enganchado a estas historias. ;)

Desde el primer miércoles, Luis, de Casa Boni, se acercó a mi y me dijo: "Yo también escribo sobre la calle del Espejo". Y yo le dije: "Yo no sobre la calle, pero los dejo en ella a la mano de sus habitantes". Luego bajo Ricardo, otro vecino, con el que ha publicado el libro sobre la calle y estuvimos hablando amenamente con el ruido de la fuente de fondo.
Ya cada miércoles me paro a hablar con él y me cuenta cosas.
La segunda semana me dijo: "¿Y como acaba la historia de la pareja del coche? La gente me ha preguntado"
Hablaba del relato Se desliza , el primero que dejé. Sonreí y le dije que tendrían que meterse en el blog. Pero el no lidia con las nuevas tecnologías, así que le propuse que quizá dejaría los relatos por entregas, como los antiguamente, ¡Otra idea!

Veo a la gente pararse a leer. Se detienen, se acercan un poco, algunos lo cogen, otros lo dejan. Un señor mayor, nada más colgar el primero, lo leyó de cabo a rabo. Una mujer con las bolsas de la compra, un chico que paseaba con una mochila, un señor con su perro...
Los demás me los he perdido, no puedo hacer de detective las veinticuatro horas. Quizá un día me vista de ello y vaya como Sherlock Holmes "es un detective de los más singular..."

Ayer fue el cuarto día, la cuarta semana, hace casi un mes. Por eso quería hacer esta pequeña crónica para dejar unas imágenes de esta acción callejera y poder contar las pequeñas curiosidades de salir a la calle.



Perspectivas
               
Junto a la floristería "Fransen et Lafite"

 Una chica se paró delante de un relato y Luis, el del bar Boni le gritó: ¡Cógelo! ¡Qué son para cogerlos y leerlos! Y se fue calle arriba, paso a paso, letra a letra
  Leyéndolo


Un señor cogió un relato y bajo la calle leyéndolo

Aquí os dejo un vídeo casero, casero que grabé ayer, sólo porque está amenizado por el piano de uno de los vecinos de la calle, pianista, que practicaba para un concierto. Prometo hacer uno bueno a la próxima.


martes, 26 de junio de 2012

Mi particular trocito de mar


Y a través de  Iliana, esta super foto de una obra suya (pinchando en su nombre accedéis a su blog y veréis todas la cosas monísimas que hace con sus manos) que me dio la idea para este nuevo relato de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré"




SU PARTICULAR TROCITO DE MAR

Volvía de las vacaciones, esas que sólo se viven una vez y quedan guardadas y marcadas en el calendario con miles de momentos escritos con colores.

La luz estaba yéndose, ocultándose, transformándose como hace cuando el día empieza a extinguirse; y tumbada sobre mi bolsa en el asiento de atrás del coche sólo veía la línea del horizonte, intermitentemente, cuando no se me cerraban los ojos por el cansancio.

Cerrados... sentía el olor del mar, la arena en mis pies, el roce del agua sobre mi cuerpo, el sabor de la sal en la lengua...

Los abrí y tras la ventana se veía el azul oscuro del cielo, la silueta de un árbol, unos arbustos... sólo el cielo, y el rastro amarillo tenue que dejaba el sol.

Cerrados... el sonido de la orilla, la brisa por las tardes, las risas, el agua salpicando...

Abiertos... el cielo y la luz de una farola, el tejado de una casa, un pájaro, otra luz, un árbol, cielo, cielo, cielo, sólo el cielo.

Cerrados... encuentros improvisados, sabores a fruta fresca, escapadas entre los pinares, zambullidas por la noche.

Abiertos... tejados, tejados, tejados, la silueta de una montaña, una luz que ilumina una iglesia a lo lejos, un avión, cielo... 

Cerrados...  la brisa junto a la orilla, susurros, secretos, suspiros, luego... un paseo en moto, el mirador, el mar desde arriba.

Abiertos... el cielo, el cielo, la ligera silueta distorsionada de un árbol...

Cerrados... la arena entre los dedos de los pies, los paseos hasta las rocas, una sonrisa, un paseo al atardecer, unas silueta alejándose...

Abiertos... muchas farolas, un bloque de edificios, más farolas, el rojo de un semáforo.

Se para el coche.

Y a sus pies, 
en una bolsa, 
se tambalea un tarro de cristal, 
con agua,
salada, 
quizá un poco de arena,
quizá alguna piedra,
quizá algo de ella.






martes, 19 de junio de 2012

Alguien que solía conocer



Y de nuevo dentro de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré", con una foto de Helena del Pozo, surge este relato titulado: Alguien que solía conocer (frase cogida del título a la canción de Lisa Hannigan con la que amenizo las letras)


*La chica de los vaqueros y el polar rosa

Llovía, como siempre en mayo, pero nadie nos disuadía de ir a las playas y buscar animales muertos, conchas silenciosas, algas que se enredaban en nuestros pies...

Cada tarde dejábamos las mochilas en los porches y corríamos hacia el mar, con el bocadillo en una mano y la red en la otra. Todavía hacía frío, así que nos remangábamos los vaqueros para poder sentir el agua hasta las rodillas y secarnos luego con el viento.
Regresábamos a nuestras casas al anochecer, esperando la tarde siguiente. No concebía una tarde sin que él me sonriera, y apenas tenía catorce años.
Una vez me besó. En un cobertizo. Creo que también me agarró de la mano en el cine de verano.
Mi familia se mudó.
Todo se quedó en el pasado.


Lo recordé el otro día al sacar, de una caja que guardaba en el trastero, aquellas conchas envueltas en telas de colores. Era mi mundo particular, aquel en el que te refugias cuando empiezas a crecer, y lo tenía ahí olvidado.

Cogí el teléfono y llamé a mi tía. Era ya una solitaria anciana que se había quedado aislada en aquella casa de la que todos habían renegado con los años y sentí una tristeza inmensa al darme cuenta de que yo también la había olvidado. Le pedí el teléfono de la casa de los vecinos pero no contestó nadie. Hacía años que la habían vendido. Prometí ir a verla ese fin de semana y así fue como volví a coger conchas.
Había olvidado la sensación del frío en los pies, de las algas enredándose en los dedos, de la brisa secando las piernas... pero podía volver a recuperarlo. Lo tenía frente a mí, y no iba a dejar que se me olvidara de nuevo.
Había noches en las que soñaba con formas extrañas y no comprendía que eran, había momentos en los que mi mente se perdía unos segundos y no sabía dónde se había ido, había mañanas en las que dejaba correr un poco más de tiempo el hilo de la agua de la ducha y no entendía porqué.
Ahora podía vislumbrar un pequeño significado, por lo menos podía encontrar algo a lo que agarrarme. Una parte de mí no se había olvidado.


*El chico de los vaqueros y el chaleco negro

Llovía, como siempre en mayo, pero después del colegio, seguíamos pasando las tardes junto a la orilla, descalzos, inventando mundos, creando universos.
Siempre estábamos solos, porque nos gustaba, porque sabíamos cuando hablar y cuando callar, porque nos compenetrábamos. Sabía que iba a ser mi novia, pero no le agarré de la mano hasta una noche en la que veíamos una película antigua en el cine de verano. Ella se ruborizó. Más tarde la besé. Al día siguiente ella me entregó una caja hecha de conchas. Creo que todavía está guardada en alguno de los armarios de casa de mis abuelos.
Un día me dijo que sus padres habían decidido irse a vivir a la ciudad. Me dijo que vendría lo veranos, pero  nunca volvía a verla.

Hoy me he acordado de ella. Mi hija me ha traído una concha que le han dado en la escuela.
Llama mi madre y le pregunto por la familia que vivía a nuestro lado cuando éramos pequeños.
La señora Nicolasa llevaba sola mucho tiempo cuando vendimos la casa - me dice.
Le cuelgo y miro por la ventana. Está lloviendo, y veo su pelo chorreando en la orilla, su sonrisa mientras me agarra para que corramos a refugiarnos. Sólo somos dos adolescentes empezando a vivir.
Ahí fuera hay alguien a quien solía conocer, siento.
Oigo a mi mujer diciendo que la cena está lista. Me alejo de la ventana y camino lentamente hacia la cocina. La veo y una sonrisa aparece en mi rostro. El tiempo se pierde entre los minutos, pero yo he vuelto a coger el mio.





miércoles, 13 de junio de 2012

Acción callejera: UNA CALLE DE RELATOS


Tras una semana: Hola de nuevo a "Una calle de relatos" 
Será cada miércoles, en la Calle del Espejo, por la tarde.
Cada miércoles copias de uno de mis relatos se adosarán a sus paredes esperando que alguien los coja, los encuentren, los lea y se los lleve.

Fotitos de la "acción callejera":mañana

;)




viernes, 8 de junio de 2012

PEIL SOBRE PIEL



Mayka Cortés me dejó elegir entre varios de sus cuadros y éste fue el que me dejó imaginar esta historia. 

Dentro de la iniciativa:
"Dame ,doy, ten y yo lo transformaré"






PIEL SOBRE PIEL

Abría cada mañana a las nueve en punto, ni un segundo arriba, ni un segundo abajo. La persiana, de esas antiguas de madera que hacía un siglo que no se veían, se atrancaba siempre en el mismo punto y había que darle un pequeño golpe para que siguiera subiendo; la puerta giraba con una única llave que colgaba de su cuello día y noche; y los cristales, transparentes como el agua, daban paso a una pequeña tienda que nadie esperaba ya en esos tiempos. Una tienda de antifaces antigua.
Los años habían pasado y el mundo ya no era el mismo, pero todavía había gente que acudía a él para hacerse aquel artilugio obligatorio desde la época gris. 
Y es que él los hacía diferentes. No sólo porque escuchara las historias de las personas para poder empezar a trabajar, o porque utilizara ingredientes ya olvidados como la hierbablanca, la caléndula, el cuero o la seda. Sino porque los elaboraba cuidadosamente utilizando antiguas enseñanzas y un pequeño instrumento que había elaborado con los años, el astrovelo, para hacer que cuando su dueño lo llevaba nada más pisar la calle, una parte de él siguiera recordando que sus antepasados habían vivido de otra manera, y que todavía ellos podrían conseguirlo.

Dámaso tenía más de cien años, y su piedra del destino le había augurado todavía quince más. Vivía en la parte de la ciudad que había resistido a la invasión, rodeado de casas abandonadas o derribadas, calles semidesiertas, donde las pintadas en los muros recordaban los momentos de lucha, donde sólo al atardecer salía la gente a las calles y se sentaban a tomar el aire y conversar.
Durante el día se dedicaba a escuchar algún canal de radio prohibido y de vez en cuando se ponía música que le recordaba a otros tiempos. Cuando tenía encargos trabajaba entusiasmado en cada uno de ellos, sabiendo lo que supondría para esas personas. Muchas no habían tenido opción, muchas no podían salir de ese sistema que se había impuesto, pero ya que estaban obligadas a ello, por lo menos con sus antifaces recordarían que había una salida, por difícil que pareciera.

Esa mañana llegó a la tienda una chica joven que llevaba de la mano a su hija de cinco años. Era la edad para llevar el primero. Se sentó con ellas y les escuchó.
-Vendrán treinta niños más esta semana, le dijo la chica. Estamos organizándonos en el otro lado.
Sabía que había esperanza cuando miraba los ojos de aquella niña. Cerró la tienda y se fue a sus casa. Tenía que recolectar más materiales. Tenía que hacer los mejores antifaces, quizá había empezado el momento del cambio.


Colaboración en el blog de "Cuentos de Marieta"


Marieta me sugirió que le mandara un relato para colaborar en su blog y así lo hice.
Le mandé "La llave", un relato que me publicaron en el libro "Yo no leo" en diciembre de 2011.
Aquí lo dejo, al igual que su blog, para que os deleitéis con sus historias!
http://cuentosdemarieta.blogspot.com.es/2012/06/colaboradora-eloise-liyu.html

lunes, 4 de junio de 2012

Uno menos




Con la frase de Santiago Tobar: "Toda la vida luchando por llegar a ser uno más y se murió. Uno menos", aquí os dejo el nuevo relato de la iniciativa "Dame, doy, ten y yo lo transformaré"




Siempre supe que no serviría, pero había que intentarlo. Creer en ellos había sido parte de nuestra filosofía ancestral. Tenían capacidades, tenían inteligencia, tenían los recursos. Sólo que lo entendieron mal, muy mal. O como decía el Anciano: "Simplemente se habían escuchado demasiado".

Crecí feliz, rodeado de mis semejantes.
Sintiendo el sol cada día...
Oyendo el río fluir tranquilo a nuestro lado...
Oliendo las flores que crecían poblando los campos...
Viendo los insectos que recorrían nuestras extremidades...
Dando cobijo a los mamíferos que poblaban los alrededores...
El momento era el atardecer, cuando el cielo te ofrecía  todo tipo de matices, todo tipo de preciosidades.

Dábamos abrigo, vida, comida. Creíamos que era nuestra labor y lo aceptábamos con gusto. Estábamos en este mundo para ofrecer lo mejor de nosotros y luchábamos por dar ese ejemplo que tanto hacía falta.

Pero cuando todo cambió nos dimos cuenta de que no había vuelta atrás.
Llegaron invadiendo el bosque, con sus máquinas, sus instrumentos destructores, su ansia de poder, aquellas cifras reflejadas en sus ojos... Cortaron nuestras ramas, nuestras hojas, nuestros troncos. No se dieron cuenta de que haciendo eso se destruían a ellos mismos. Habían tomado el camino equivocado, como llevaban haciendo varios siglos atrás.

Así que me convertí en uno más. Habíamos luchado todos esos años para nada.

¿Cuántos más de nosotros, en la forma que fuera, harían falta para que se dieran cuenta de que todo era mucho más sencillo? Sólo tenían que cerrar los ojos y sentir. No era tan difícil.