viernes, 12 de noviembre de 2010

El beso de LA rana

Con una foto de Helena del Pozo y una canción de Marwan se tejió esta pequeña sucesión de frases que adornan mi letargo tras semanas donde el tiempo se ha esfumado



Otra vez me dejas Madrid para mí...

Ayer
te besé.
Tu piel húmeda y grumosa dejó
una gelatina suave alrededor de mis labios,
y el amarillo de tus ojos
se clavó con asombro en mi pupila.

Cierro los ojos y escucho tu voz,
esa que me susurraba historias por la noche,¿o era yo?,
y me mecía las tardes lluviosas de invierno.

Y es que lo único que importa es la voz,
lo demás es una carcasa,
que se empeña en distraernos,
pero sin la que las sensaciones
no serían igual.
¿no puedo enamorarme de una rana?

Ahora,
Mientras camino ya de noche de vuelta a casa,
el frío se adueña de cada esquina,
y los semáforos marcan ritmos tranquilos,
Y si me escondo tras la bufanda,
y miro las luces de los escaparates,
creo verte reflejado,
creo ver como me miras
a miles de kilómetros de distancia.

Si quieres subimos a casa, y... salvamos el mundo... y nos decimos lo importante sin hablar...

Y ya de noche,
leo en una esquina de la cama,
dejándote la otra mitad,
Mientras la luz de la mesilla ilumina en el suelo tus ultimas pisadas,
y siento un ligero viento que penetra tras la ventana mal cerrada,
puede que lo hayas mandado tu desde el otro lado del océano,
y oigo un maullido,
puede que ahora seas un gato,
por eso hablo con él,
y me acurruco a su lado mientras me deja acariciarle.

Y en Madrid cuando se hace de noche, y me falta tu cuerpo, vienes sin permiso, protestando el invierno y mis dedos preguntan donde te has metido...

Ya estoy dormida,
y creo que estoy hablando en sueños,
en idiomas ininteligibles,
porque la realidad por una vez no hace justicia,
porque lo que una vez nos enseñaron a sentir se ha transformado,
porque idear lo que uno añora es la forma de salvar tu mundo,
porque las lineas divisorias que a veces pasamos nos petenecen más que nunca,
porque el océano no es tan grande,
porque...

Anidas en mi.





lunes, 8 de noviembre de 2010

El vaho de la ducha


Esta canción de Sara Bareilles (mi preferida), me transporta a un mundo de niebla, me llena de sentimiento y me transmite... de todo un poco. Ahi va... una pequeña mezcla de recuerdos, seguro que se acerca a la vida de alguien, aunque sea al otro lado del océano





Sentí un placer ligero mientras el agua recorría con tibieza mi cuerpo. Cerrando los ojos apoyada en las frías baldosas de la pared, debajo del chorro notando el calor en mi piel hasta sentir como se coloreaba, pensaba en todo y nada.

El vaho me transladó a la estación, una mañana helada con niebla esperando el tren sin palabras que mediaran ese incómodo silencio que había entre nosotros. Mi padre sujetaba la maleta y esperaba pacientemente mientras yo intentaba buscar algo que decirle para apaciguar su dolor. Subí las escaleras del vagón y desde mi asiento vi como se calaba bien la cazadora y me veía alejarme...
Después apareció la ventana del ático de la escuela, donde Bea y yo nos escríamos mensajes en los cristales cuando se empañaban en invierno, mientras la lluvia empapaba los inmensos jardines donde nos perdíamos cada tarde...
El humo de las hogueras de San Juan perdiéndose en la lejanía, al igual que la vergüenza tras varias cervezas y la oportunidad de hacer aquello que normalmente estaba prohibido...
Una tarde de granizo en la que el ambiente creaba un ambiente distorsionado y tuve que pararme en una tienda de fruta a esperar a que se despejara, y tras una hora de charla la dependienta se convirtió en mi familia en esa gran ciudad...
También vino una noche donde un humo de olores inundaba la discoteca en la que mi prima se casaba con mi mejor amigo, aquel que un día me juró amor eterno y luego no lo cumplió...
El polvo del camino mientras veía partir un coche que se llevaba todas las esperanzas que había puesto en una vida en común...
La llovizna de madrugada al lado del hospital cuando el futuro me brindó la oportunidad de volver a soñar...
La luz cegadora de las tardes de otoño cuando volvía a casa arrastrando un coche de capota y un perro llamado Teo...

Y todo volvió a la realidad cuando Linda golpeó con sus patitas la mampara de la ducha.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Media Sonrisa

Una mezcla de esta foto que me pasaron y un sentimiento que se apodera de las incongruencias, o no, del mundo. Lo demás... espero que imaginación! ;)
Y todo acompañado por la magnífica música de Laura Jansen y su igual de paranoico vídeo clip




¿Y qué si me has engañado y has jugado a seducirme?
Cuando era pequeña solía sentarme con mis tías en la cocina a escuchar las radionovelas, y en vez de llorar como ellas y suspirar tan hondo que parecía que iban a asfixiarse, rellenaba los cuadernos haciendo dibujos que no podía enseñar a nadie, porque siempre se hacían realidad.


Creo que quizá no has existido y puede que opte por cerrar así la historia. Quedaría bien en mi lista de relaciones fallidas un galán embaucador tan atento que estuve a punto de comprarle un sombrero.

Mis tías solían mandarme a dar una vuelta para poder invitar a sus amigas a casa con el pretexto de que me paseaba tan sigilosamente por la casa que siempre les asustaba. Luego me regañaban por llegar tarde, por parecer tan desaliñada, por ser tan callada, por estar siempre en mi mundo y dibujar cosas extrañas. En definitiva, por cualquier cosa.
Nunca entraban en mi habitación, creo que les daba miedo, igual que nunca me tocaban. Sentía que se les erizaba la piel cuando yo estaba un poco más cerca de lo habitual.


Ayer me devolvieron una carta que te envié. Sentí vértigo y desconcierto al principio, pero al volver la vista atrás me di cuenta que había obviado una pequeña premonición de lo que podía pasar. Sería fácil retroceder unos pasos hacia atrás hasta hacer que no hubiera sucedido; si es que es así, porque no estás aqui para que pueda rozarte...
Una vez dibujé un perro que era atropellado por un camión de mudanzas. Fue en preescolar, y mi compañera de pupitre vino llorando al día siguiente diciendo que había matado a su Bobby.
Nunca tuve muchas amigas. Solía dibujarlas, y por las noches me venían a ver.


Sí, creo que no has existido. Tu olor ya no inunda mis sábanas y mi piel se ha vuelto blanca. Y si lo has hecho, entonces ha sido como una balada, que dura lo que tardas en darte la vuelta.

Una vez un chico me sacó a bailar en las festas de San Bartolomé. Mientras me movía iba pensando en los extraños gestos que pone la gente cuando la música está tan alta que no se puede hablar, y me pilló desprevenida la pregunta de mi pareja: -¿Por qué tienes un cocodrilo en el pelo?. Me separé un poco y le miré fijamente. Supe en ese momento que él tampoco iba a entenderme. - Me gustan los reptiles - le dije incapaz de mentir. Y me callé lo siguiente: - Son mis amigos, viven conmigo.


Tú si que me entendías. Un día te enseñé los móviles de papel que cuelgan del cuarto del fondo y no te asustaste. Ni siquiera cuando viste mi escritorio lleno de pinturas y libros en latín.
-¡Qué cocodrilos más reales tienes ahí! - me dijiste al ver los bocetos y las miniaturas.
Recuerdo que esa noche bebimos una copa de brandy y fumamos tabaco de liar.


En la librería donde trabajo el señor es ya muy mayor y además es ciego. Como sólo escucha mi voz, y siempre me han dicho que tengo un tono muy tranquilizador, conservo el puesto sin problemas.
Cuando las clientas le dicen que soy un tanto rara, el me dice muy bajito: - Tonterías, es que esta gente que ve tiene unos prejuicios... Y me frota el brazo de arriba abajo con todas sus fuerzas.

Un día me susurraste al oído y yo te creí, pero sólo un poquito, porque no estoy acostumbrada a confiar en nadie. Luego te miré y supe que me habías descubierto. Vi la cola de Matilde escondiéndose tras la estantería.

No lo recuerdo muy bien porque era muy pequeña cuando mi madre todavía existía, pero solía contarme cuentos de animales antes de dormir y me los imaginaba como algo tan real que no sabía hasta donde llegaba mi imaginación. Eso lo aprendí más tarde, pero fui la única porque todos los demás se perdieron mi enrevesado mundo.

Y bueno, si al final te he soñado o simplemente has querido cortejarme, ya no me preocupa demasiado.
Me he mirado en el espejo y media sonrisa a asomado a mi cara. Me he pintado los labios y he salido a chupar frío dejando en mi mesa un dibujo a medio hacer.
En él hay un cocodrilo acabando de comer, y entre los dientes sostiene un bombin antiguo. Lo malo es que no recuerdo si llegue a comprarle ese sombrero, aunque... que más da. No existes de todos modos, o por lo menos vas a dejar de hacerlo.